Entre la realidad aparente y mitos que la configuran, Renato Rosado hace surgir a sus seres: heridos monstruos desplazándose en la farsa existencial de la que formamos parte. Exposición EL CIELO ENGAÑA en Casa Fugaz.
Condenados de antemano, los protagonistas de sus pinturas palpitan desde cierto humor sutil, que los carga de ternura, hacia la pétrea constancia del fin inminente.
Agenda: Exposición EL CIELO ENGAÑA en Casa Fugaz
Con expresión conmovida, carentes de color, de escenario, los despojos restantes en “Ya no podíamos dormir bien” y “Vivir escapando” se resignan a que contemplemos su disolución interminable, fijada en el tiempo que atrapa toda obra de arte.
Estas y otras imágenes no son casuales, ni responden a facilismos oportunistas; son, más bien, constancias de días, traumas, goces y vivencias diversas que se han asentado en el fondo de la conciencia del artista. Y como todo verdadero creador, Rosado no puede, ni pretende, disimular estas experiencias que lo atormentan y que inevitablemente vuelca sobre la tela. Entrega así un conjunto de pinturas en las que sus influencias están a veces más o menos disimuladas, pero decididamente interiorizadas en su inmediatamente reconocible estilo.
RENATO ROSADO
EL CIELO ENGAÑA
Callao Monumental – Casa Fugaz Sala 109
Hay incluso homenajes directos a animales pictóricos como Bacon y sus bombillas de interrogatorio y títulos que nos dan cuenta de sus preocupaciones como “El Ministerio de la Abundancia”, su versión de la pesadilla orwelliana representada en una familia de bestias ansiosas por devorarlo todo. Como devora y devasta el amor, o lo que parece tal en dos pinturas perturbadoras, crueles, de una misma joven de cabellos oscuros y largos, transfigurada en amasijos de carne con un inodoro siniestramente cercano en ambos casos y con una presencia de animal apunto del sacrificio. En una la vemos desnuda junto a un personaje masculino (¿el pintor?) que lleva una máscara ritual con cornamenta y sonrisa malévola, como una pareja primigenia y pagana. En otra, la hallamos semidesnuda casi tirada, abandonada, en el suelo de un baño.
No es innecesario
Fijarse que no son el mismo suelo en las dos pinturas. Los títulos de estas dos obras, “Turn on the bright lights” y “Take me somewhere nice” canciones de las bandas Interpol y Mogwai respectivamente, nos recuerdan que otra manifestación del mundo interior de este pintor es la música. Tal vez el deforme acordeonista que ha llamado Orfeo sea otro autorretrato velado.
Da igual, a través de este músico enloquecido, engañado por el cielo, por el destino que le arrancó a Eurídice dos veces, Rosado nos permite vislumbrar que la belleza es posible en el terror, como en esos turquesas iluminados que acarician la carne de sus atípicas sirenas, directamente demoníacas, cuyo canto inaudible presentimos de cualquier forma y que el artista nos convoca a seguir.
Iván Fernández-Dávila Ocampo